Desde que conozco la música de María Teresa Vera, mi vida
está llena de nuevas sensaciones. Escuchar su voz, sus composiciones e
interpretaciones es remontarse e imaginarse uno en otras vidas, otras épocas,
que a la vez uno mismo las siente afines pero misteriosas. Al menos es lo que
me sucede a mí. Por eso es que quizás me empeño en que su vida es tan
interesante para hacer una película. Muchas veces nos imaginamos en el cine que
vemos esas vidas fascinantes y hay muchas vidas de personas que existieron y no
sabemos lo atractivo y lo increíble que tuvieron que pasar y como lo asumieron.
Y esta idea que siempre me ronda de hacer la vida de María Teresa para cine,
aunque en mi condición es solo un sueño, me alimenta el espíritu de cada vez
saber más sobre ella y sobre una época que es particularmente para Cuba algo
muy atrayente.
María Teresa dentro del Movimiento de Trovadores, (que vale
aclarar que este término se introdujo en los años 30, porque entre ellos mismos
siempre se denominaron “cantadores”, nunca “trovadores”) viene a representar no
solo una joven que canta bien y que toca la guitarra, sino que era una artista
en si misma, y a la vez que creaba ella, cantaba lo que creaban los demás,
dándoles exactamente a las canciones, en su interpretación el verdadera sentido
y expresión de estos ambientes; fue convirtiéndose en la intérprete por
excelencia de estos creadores y muchos le dedicaron cantidad de canciones, por
lo que ella y la trova conforman una unidad indivisible, además de que sus
propias composiciones marcan hito en la historia de la música cubana.
Es que desde su nacimiento y su origen resultan algo de
película. La madre de María Teresa, Rita Vera nació en el año 1870 ya siendo
liberta, pues sus padres (abuelos de María Teresa) fueron liberados por la
familia Vera. El padre de María Teresa, Urbano González tiene que ir a España a
ver a su mamá, mientras Rita Vera estaba embarazada de María Teresa. España le
niega ir y lo acusan de estar en contra del gobierno, va preso por seis meses y
el párroco del pueblo de Guanajay (de donde eran) intercede por él con la reina
y el puede irse a España. En el camino de regreso, cuando venía a conocer y a
reconocer a su hija María Teresa muere de bronconeumonía doble y es lanzado al
mar. Por lo que Rita Vera le pone su apellido a su hija María Teresa. Dicen
también las personas que habían conocido a Urbano, que él cantaba hermoso y que
lo de cantar María Teresa lo heredó de él, pero eso se pierde en el tiempo y
queda borroso con su ausencia.
Luego es impresionante como debió haber sido la fuerza de
una mujer que desde su debut como cantante el 18 de mayo de 1911 interpretando
“Mercedes” de Manuel Corona, se convirtió en una figura sumamente popular con
gran éxito y que llevó su vida con toda la libertad y transparencia de
pensamiento y acción que hicieron de ella un ser extraordinario.
La cantidad de discos que grabó para la Victor, la Columbia,
Pathé y muchas más, la crianza de sus 6 sobrinos que llenaron su vida, su
relación con el éxito de quienes eran y serían grandes íconos de la música y la
cultura cubana como Manuel Corona, Ignacio Piñeiro y muchísimos más, la
religiosidad en su vida y el hecho que por hacerse santo le aconsejan el dejar
de cantar, su capricho y su perseverancia al llevar a cabo en su vida, siendo
mujer los más osados proyectos; entre otros aspectos que hacen fascinante su
existencia. Se decía que en esa época María Teresa Vera era la única mujer
bohemia que había en la Habana.
No hay comentarios:
Publicar un comentario