lunes, 20 de octubre de 2014

Recordando a ANTONIA EIRÍZ

Ir caminando y encontrarme con esta intervención me hizo, quizás en estilo o atmósfera, recordar la obra de la pintora cubana Antonia Eiríz. Me dió mucho gusto encontrármela, de cierta manera así. Hace ya un año que fui a una exposición de gran parte de la obra de ella en la Torre de la Libertad de Miami, que se llamó: "Antonia Eiríz: A painter and her audience. " 
Antonia Eiríz me gustaba desde Cuba cuando veía lo que está expuesto en el Museo Nacional de Bellas Artes y la mencionamos una vez en las clases de Cine y Género cuando hablábamos de mujeres en el arte.  

Pero.. ¿quién es Antonia Eiríz? Les comparto un escrito de Heberto Padilla:

Antonia Eíriz: 
Esta mujer no pinta sus cuadros
para que nosotros digamos: "¡Qué cosas más raras
salen de la cabeza de esta pintora!"
Ella es una mujer de ojos enormes. 
Con estos ojos cualquier mujer podría desfigurar
el mundo si se lo propusiera. 
Pero esas caras que surgen como debajo de un puñetazo, 
esos labios torcidos
que ni siquiera cubren la piedad de una mancha, 
esos trazos que aparecen de súbito
como viejas bribonas; 
en realidad no existirían 
si cada uno de nosotros no los metiera diariamente
en la cartera de Antonia Eiríz. 
Al menos, yo me he reconocido 
en el montón de que me saca todavía agitándome, 
viendo a mis ojos entrar en esos globos
que ella misteriosamente halla, 
y, sobre todo, sintiéndome tan cerca de esos demagogos
que ella pinta, 
que parece que van a decir tantas cosas
y al cabo no se atreven a decir absolutamente nada. 

Heberto Padilla. 

Esta es Antonia Eiríz: 
quién nació el 1º de abril de 1929 en Juanelo (en las afueras de La Habana) y murió en Miami en 1995, a donde había llegado en 1993. 
Una de las obras de ella que siempre me había llamado la atención en el Museo de Bellas Artes de Cuba era esta: 
"Una tribuna para la paz democrática", realizada en 1968. En realidad esta es una reproducción, claro. La original es una instalación pintura. Y cuando se expuso en 1968 incluía unas sillas. 
Estuve en una conferencia sobre la obra de Eiríz y se debatió mucho sobre el verdadero sentido de la obra o la crítica que traía en ese momento para el contexto cubano y el por qué las sillas estaban dentro de la obra puestas para que uno estuviera observando así la tribuna. A mi siempre me pareció que era una tribuna para que por un momento te sintieras parte de eso, de estar en un tribuna, discursando ante extraños, pero el hecho de saber que tenía sillas instaladas me cambia un poco mi idea inicial. Esta es una obra de gran tamaño, que parece en realidad que puedes hablar en esos micrófonos. 
En esta exposición de hace un año en la Torre de la Libertad, además de la reproducción de la original que se encuentra en Cuba,  estaban varios bocetos quizás de ideas sobre esta obra y la recurrente tribuna. 

                      


La obra de Eiríz se caracteriza bastante por la representación grotesca de personajes y situaciones y entonces transmite diferentes sensaciones, hasta de rechazo para muchos. Me gusta que alguien no tenga miedo de poder exponer las cosas así. Recuerdo que una prima a la que llevé conmigo a esta exposición en la Torre, me decía que esas cabezas de bolas tan feas como me podían gustar, pero me parece interesante y valiente poder representar así, es como sacarte las cosas de adentro sin miedo. 

(Crucifixión, 1991)
 

                (Maternidad y Retrato Familiar, 1994)





(S/T y "En la cola", 1963)

Roberto Fernández Retamar, escritor cubano le dedicó esto a Antonia Eiríz. 

Felices los normales 
a Antonia Eiríz. 

Felices los normales, esos seres extraños. 
Los que no tuvieron una madre loca, un padre borracho, un hijo delincuente.
Una casa en ninguna parte, una enfermedad desconocida, 
Los que no han sido calcinados por un amor devorante, 
Los que vivieron los diecisiete rostros de la sonrisa y un poco más, 
Los llenos de zapatos, los arcángeles con sombreros,
Los satisfechos, los gordos, los lindos, 
Los rintintín y sus secuaces, los que cómo no, por aquí,
Los que ganan, los que son queridos hasta la empuñadura, 
Los flautistas acompañados por ratones, 
Los vendedores y sus compradores,
Los caballeros ligeramente sobrehumanos,
Los hombres vestidos de trueno y las mujeres de relámpagos, 
Los delicados, los sensatos, los finos, 
Los amables, los dulces, los comestibles y los bebestibles. 
Felices las aves, el estiércol, las piedras. 
Pero que den paso a los que hacen los mundos y los sueños, 
Las ilusiones las sinfonías, las palabras que nos desbaratan
Y nos construyen, los más locos que sus madres, los más borrachos
Que sus padres y más delincuentes que sus hijos 
Y más devorados por amores calcinantes. 
Que les dejen su sitio en el infierno, y basta. 

Fernández Retamar. 

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(Esta gente, 1993)
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(Entre líneas. 1993)
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(Es lo que parece, 1993)
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(La cámara fotográfica, 1959)
Esta de la cámara fotográfica, es mi preferida, creo que vislumbró cosas del contexto de Cuba en ese entonces y lo que significaría y me gustan los colores, la composición, la atmósfera que me transmite. Quisiera de verdad comprar este cuadro un día. 
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(Vereda Tropical. 1995)
Esta obra es una de las últimas pinturas de Antonia Eiríz. La terminó unos pocos meses antes de morir. Muchos críticos la consideran como su testamento y su obra más importante y representativa. Se dice también que está basado en el poema de José Lezama Lima, "Una oscura pradera":


Una oscura pradera me convida
sus manteles estables y ceñidos
giran en mi, en mi balcón se aduermen. 
Dominan su extensión, su indefinida
cúpula de alabastro se recrea. 
Sobre las aguas del espejo, 
breve la voz, en mitad de cien caminos, 
mi memoria prepara su sorpresa:
gamo en el cielo, rocío, llamarada. 
Sin sentir que me llaman 
penetro en la pradera despacioso, 
ufano en nuevo laberinto derretido. 
Allí se ven, ilustres restos,
cien cabezas, cornetas, mil funciones
abren su cielo, su girasol callando. 
Extraña la sorpresa en este cielo,
donde sin querer vuelven pisadas
y suenan las voces en su centro henchido. 
Una oscura pradera va pasando. 
Entre los dos, viento o fino papel,
el viento, herido viento de esta muerte
mágica, una y despedida. 
Un pájaro y otro ya no tiemblan. 

José Lezama Lima. 












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